La periodontitis y la caries son las principales causas de pérdida dentaria. Los implantes son una excelente opción de tratamiento para reemplazar los dientes perdidos, y presentan unas tasas de éxito del 97% a los 10 años (Buser et al., 2012) y del 75-78,3% a los 20 años (Chappuis et al., 2013; Peñarrocha-Oltra et al., 2020; Peñarrocha-Diago et al., 2013). Sin embargo, como en todo tratamiento odontológico, pueden producirse complicaciones biológicas que pueden conducir al fracaso del implante y a la retirada del mismo.
El fracaso implantario se puede dividir en fracaso temprano y tardío. Los fracasos tempranos se producen antes de la puesta en carga de los implantes dentales, y generalmente asociados a un fracaso o pérdida de la oseointegración. Los fracasos tardíos se dan después de la carga y puesta en función de los implantes.