Los implantes dentales constituyen la opción terapéutica más predecible en la reposición total o parcial de dientes ausentes, sin embargo, en torno a un 0,7–3,8% de los mismos fracasan 1. Estos fracasos pueden ser “tempranos” o “tardíos” en función de si se producen antes o después de la carga funcional, respectivamente 2. El fracaso temprano se produce a consecuencia de un fallo en la osteointegración derivado de factores locales y/o sistémicos y representan el 5% del total de los fracasos 3,4. Desde los inicios de la Implantología Oral se incorporaron a los protocolos de inserción de implantes la prescripción de AP 5 debido a la presencia en la cavidad oral de más de 500–700 especies bacterianas, además de otros microorganismos no cultivables descubiertos por técnicas
biológicas moleculares que pueden contribuir al desarrollo de infecciones postoperatorias 6, 7.